Barracas, julio de 2014
En el vacío, ando como un perro que se sigue la cola. Es bueno cada tanto mirar
la vida a una altura rasante, cerca del suelo. Rascando la tierra.
…
Otro mediodía soleado en la estación de Temperley, una estación que se
abre a miles de vías y direcciones. Todo es posible, todo es así, tal como es,
en las estaciones. Un momento de espera hacia un nuevo rumbo donde se destapan
rasgos humanos que solo suceden en sitios de tránsito. Tantas manifestaciones únicas recuerdo haber
vivenciado tanto en el puente como en los andenes de esta estación…
Dos niños jugando, como juegan los niños; por lo que pude percibir eran hermanos de
entre 8 y 10 años. Sus juegos, de destreza y fuerza, como el juego a ver quien salta mas lejos. Eran ellos dos y el mundo,
y su madre, una totalidad. Medio de
lejos, miraba como jugaban a quien salta mas lejos, a otros juegos que solo
ellos sabrán; era hermoso ver como el hermano menor
admiraba y quería imitar todo lo que su hermano mayor hacía, hasta la forma de
sentarse. Todo el tiempo estaba cerca suyo. También vi como su madre, con gesto de quien esta apesadumbrado o agotado de lo injusta que es su vida, al
frenarlos en sus juegos parecía tener un sistemático afán de retar al menor.
Finalmente vi, su forma de castigo mayor, y casi el peor castigo que pudo haberle hecho a ese niño, al menor: los separó del banco y se sentó
ella en medio, imponiendose como un muro. El menor se puso de espaldas a ella,
con la cabeza baja, y cada tanto no podía evitar mirar a su hermano y sonreírle, volviendo a levantarse para estar a su lado, y su madre nuevamente volviendo a agarrarlo del brazo junto a un reto para que se siente en la otra punta del banco quedandose quieto…El niño no se
rendía, y cada vez que volvía junto a su hermano le volvía la sonrisa. El hermano mayor no desobedecía a la madre…
...
Me preguntaba porque la madre estaría reaccionando y determinando ese castigo hacia al niño menor; me
preguntaba sobre la violencia que genera el resentimiento (generado a su vez
por el fracaso en los deseos puestos en la vida y como uno se imagina que debería
ser); me preguntaba por el sufrimiento de ese niño, y como podría afectar eso
en su vida. Me preguntaba sobre las experiencias que marcan rumbos en nuestro
cuerpo interno, que inmediatamente van resonando en nuestra mente y nuestra mirada hacia nosotros mismos, nuestras relaciones con los
otros y con el mundo; y como al fin y al cabo en la vida no hay nada que pueda
controlarse, nada es para siempre, y todo esta en constante crecimiento, entre
la vida y la muerte.
La vida que es imperfecta, asimétrica, y tiene voluntad
propia. La muerte genera una nueva vida y viceversa, la naturaleza busca su
balance.
Aceptarlo es encontrar paz.
Salud!
El Crudo
Pd: Hace relativamente poco (porque el tiempo es relativo), mientras
esperaba el anuncio respecto del anden que toca para el viaje parada en el
puente de Temperley junto a tantos laburantes (8 am). Descubrí algo mínimo y
maravilloso: entre los vendedores fijos hay un vendedor de café, un petiso con
ropa de deportista sin marca, como de los suburbios a lo Rocki Balboa fuera de
estado y petiso. Viste siempre un buzo con capucha deshilachada, zapatos
mocasines a veces otras botines n/n, guantes de lana con los dedos cortados,
voz gruesa pero no descarriada por la noche como el vendedor de su lado, en
fin, de esos indispensables del puente, que no es nada sin ellos. He notado que la gente viene caminando con su cuerpo a veces normal, a veces
abatido, desesperanzado y en el momento en que están por comprar el café, hay
un cambio mínimo pero clarísimo…el cuerpo se les pone contento, airoso,
estimulado… este lapso mientras toman su café (como quien toma el vino de un cáliz sagrado) el cuerpo se veía en calma, como si ese momento fuese un mínimo
momento de paz...luego todo sigue su curso…Increíble y hermoso. Ese cambio del
cuerpo de forma pulsional pasa siempre que observo al cafetero y sus fieles, y cuando eso sin objeto se muestra a la
vista, me apasiona, me pone feliz!.
Pd2, Hércules, solo es Hércules.
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