sábado, 19 de agosto de 2023

-CARTA AL DESTINO 50: "La casa laberinto"

 

Querido amigo: 

Cuatrocientos años pasaron desde mi última carta, podrás imaginar las aventuras que he sorteado desde entonces.  Hoy te compartiré una: la experiencia de haber vivido en una casa laberinto.

Estaba situada en un asentamiento humano muy ruidoso entre montañas desérticas y ruinas de culturas antiguas. La casa se desplegaba hacia los costados pero sobre todo hacia arriba y hacia abajo. Por fuera un barrio relativamente normal, nada indicaba que la puerta negra de chapa que se veía en la vereda era un portal de índole telúrico. 
Tenía tantos cuartos como puedas imaginar en un laberinto. Eran cuartos oscuros sin ventanas que daban a nuevos cuartos -algunos en penumbra, otros con mas fortuna de recibir luz natural- Cuartos de forma cuadrangular, otros creando formas geométricas irregulares, planos inclinados, y otros como espacios nulos. Ventanas que daban a otros cuartos, otras daban a escaleras y otras a paredes vacías. Escaleras por doquier y en distintas direcciones que ponían a prueba la vida cada vez que subía y bajaba pisos, y entre pisos, por fuera y por dentro; algunas de ellas tenian sus escalones irregulares en alto y ancho, y no tenían baranda donde agarrarse. Pisos como escalones de escaleras. Ecos de sonidos de este mundo y de otros. Plantas sin brillo propio y caracoles refugiándose en ellas, un gato blanco de ojos color rubí que solo miraba sin interactuar y algún que otro insecto -sobre todo moscas, mosquitas, hormigas voladoras, polillas y ácaros-. Mirar sus rincones era siempre asombroso, inimaginable y de dudoso encanto. Aun en su fealdad, su natural extravagancia y sus matices surrealistas la hacian digna de fascinación. Incluso he imaginado a Gaudí inspirandose en ella y los mundos fantásticos que se gestaban en sus sombras.

Dormía en una habitación compartiendo el espacio con dos espíritus que según me contaban no eran del todo amigables: una señora de sombrero negro y un espectro sin forma. Supongo que hubo algún acuerdo tácito de respeto entre ellos y mi ánima porque felizmente no me molestaron (les habré caído bien supongo, quizá de noche quien sabe jugábamos cartas en la mesa del cuarto de al lado). Estaba enterado de otras presencias en esta residencia pero sobre ellas no supe nada. Si, esta casa era densa e intensa, y su cuerpo interior dejaba ver todas las transformaciones que fue teniendo, tantas como movimientos humanos la atravesaron. Sin embargo, aun si las paredes hablaran, sus historias iban mas allá de la memoria de su tiempo material, vibraba en ella una frecuencia aun mas baja y profunda: fue construida sobre un cementerio Inca. 

 En ese devenir visible e invisible sucedió una noche que me descubrí parado en uno de sus cuartos sin ventanas mirando hacia donde moverme cuando crucé mi mirada directa y certera con la de un hombre joven -semi desnudo de cuerpo normal ni escuálido ni musculoso, de ojos muy grandes, negros, filosos, redondos y determinantes, con rulos muy definidos de forma circular- quien hundiéndose en la oscuridad me dijo: “Ya te vi!”. Desperté recordando el timbre y eco de su voz, e intranquilo auto convenciéndome que era un guardián decidí seguir durmiendo intentando no volver a ese sueño…Al año siguiente lo volví a ver, en el rostro de un dios Mochica… 

Emprender una travesía es definitivamente para valientes. ¿O será que cada cual descubre su coraje y valentía cuando lo hace?. Lo que nadie te dice es que viajar no es solo aventurarse a la vida que se experimenta con los ojos abiertos, sino incluye también la interacción con seres y lugares, aquellos múltiples y simultáneos  que se transitan cuando se duerme. Viajar es un desplazamiento indivisible entre el sueño y la vigilia.

Esta casa fue mi morada por un tiempo largo. Cuando mude a una nueva residencia creí haberla dejado atrás pero no fue mas que un alejamiento, una ilusión de libertad que "ella" me permitió hasta que me atrajo nuevamente como un imán. Fue en este retorno cuando miraba mi rostro en uno de sus espejos que me ví como un anciano de mas de 400 años. Entonces me di cuenta que debía salir de ella, urgente, ya había estado demasiado tiempo en el laberinto.

Hoy puedo decir que la casa me dejó ir, porque Lima me dejo ir.

 El Crudo 

 Pd: Hércules esta parado sobre mi hombro con sus ojos siempre negros.

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