miércoles, 4 de julio de 2012

SITUACIÓN 7 : “Asamblea Pandemónium”



Miércoles 4 de julio de 2012

Esta es una crónica aproximada de lo que fué mi primera participación en una Asamblea.

Por primera vez en mi andar errante participé de una asamblea que ha merecido esta dedicación. Los participantes, no fuimos convocados bajo el calificativo que mereció el título de este relato, sino simplemente bajo el título de asamblea para elegir un consejo, entre otras cuestiones. Pero la vivencia fue merecedora de tal simbolismo, y fue proclamada como tal por una de las oradoras en momentos culmines de la misma, sobre el clímax hacia el caos final. Creo que esto de unir irónicamente las tinieblas con la luz y viceversa, refleja muy bien la esencia de una asamblea vecinal por estos tiempos, o quizás para no generalizar, refleja inmejorablemente lo acontecido este día.

Todo sucedió durante una reunión de consorcio una noche de martes, en áreas de La Boca.

La  reunión se dió en un edificio muy especial, un teatro de fines del 1800 bastante abandonado (sobre el cual si te cuento su historia quizás pienses lo mismo que yo: muchas veces, los lugares hacen a las situaciones humanas que acontecen en ellos, como si tuviesen personalidad propia, ojos y oídos; y desde una dimensión desconocida potenciaran las pasiones ligadas al caos que habita en los seres humanos). Extraño sitio se eligió para dicha reunión, sin embargo su oscuridad desolada era empática con lo que se estaba por generar allí dentro.

Resulta que este abandono se veía y sentía en su atmósfera general, nos cobijaba una penumbra de luz de tubo semi a oscuras que generaba un clima deprimente. Las paredes estaban corroídas por la falta de cariño y el paso del tiempo,  el aire a su vez cargado de esa humedad fría que evidencia a un lugar cuando esta deshabitado. Ya en su entrada había un cartel ploteado con la imagen de un santo y cursos de espiritualidad entre otras cosas, algo que me llamo la atención para este sitio que nada tuvo que ver con rituales sagrados de esa índole.

Los convocados, luego de dar el presente a una señora que nos preguntaba el nombre desde una mesita cuadrada en la puerta, cruzamos el cortinado rojo morado y allí pasabamos al salón principal del teatro. La reunión se daría a espaldas del escenario (ya estabamos invirtiendo el orden sagrado del espacio). Ibamos llegando, eligiendo aleatoria e intuitivamente donde sentarnos, y agrupandonos quien sabe guiados bajo que sistema de relaciones. En fin, esperando entre ese clima enrarecido generado por tal morada oculta en plena ciudad, mi intriga se iba acrecentando, porque además el clima de susurros era de mucho enojo; paradójicamente al frio del lugar se acuñaba un candor incontrolable ¿Que cosa habría de suceder allí? Yo no dejaba de sentir el lugar como una mole cargada con el frío de un mausoleo.

Habiendo llegado todos, inició la sesión quien se presentó como presidente de la asamblea (quien a su vez era el foco del enojo y una de las razones por las que se convocó esta reunión). Lo hizo sin micrófono y con una actitud en apariencia a la vez temerosa (la de quien esta a punto de ser comido por los leones), a la vez traicionera (ocultando la astucia suficiente para digitar lo que allí estaba a punto de suceder: una especie de duelo a lo western anarquista y sin pistolas)

Pues bien, no terminó de presentarse este señor que empezó a recibir abucheos y comentarios enojados de toda índole. Este astuto caballero no solo no podía responder a las preguntas superpuestas de la gente descarriada, sino que a su vez no sabia que responder porque no tenía idea de nada, se trataba de un chivo expiatorio del verdadero responsable de la empresa administradora (ausencia planeada estratégicamente según algunos vecinos).
Este representante era una persona que ya en si mismo estaba ausente, su voz era frágil como la de un corderito en zona de peligro, sin embargo hábil conocedor del enemigo.  Hablaba sin voz (astuto, el cordero) en consecuencia del otro lado se retroalimentaba el enojo y el caos. Parecía un corral de locos en disputa por una nube.
Algunos oradores se iban ganando de forma ambivalente la autoridad y el repudio al mismo tiempo; lograban organizar por segundos y captar el silencio de la gente proponiendo opciones civilizadas. Pero la civilización y las pasiones no van establemente de la mano, con decirte que hubo quien expresó entre tantos otros comentarios todos a los gritos "¡yo se que soy medio caletón, estuve en el anterior consejo pero me tuve que ir porque sinó tenía que cagar a trompadas a la señora!". ¡De no creer!, además al no haber micrófono sumado a la ansiedad de expresión de la gente que simulátenamente conversaba con quienes estaban a su lado, se potenciaba cada vez mas el desorden. Una señora por ejemplo, se dedicó toda la noche a pedir la palabra solo para decir siempre lo siguiente: "¡como no hay un micrófono!"
Todos preguntaban y nadie respondía, no se escuchaban entre sí. Saltaban personajes con comentarios que cada vez le daban mas cuerpo a este sainete. Por mi lado imaginándome por momentos como habrá sido la asamblea de mayo de 1810, y de golpe todo cobraba una dimensión cada vez mas bizarra, porque tenía el carácter importante de una situación de tal calibre (gente debatiendo temas importantes) condimentado con la sensación atmosférica de este teatro y desorientación de los discursos, algo similar al de mirar una brújula que ya no marca el norte y cualquiera puede ser el rumbo.  
Hubo aplausos, algunos insultos, gente parada en sillas proclamando sus ideas a viva voz.  Ganaba su lugar quien hubiera sido dotado por una buena caja toráxica así su voz se impusiera expandiéndose por encima del murmullo amplificado en semejante cueva centenaria. Los breves momentos de escucha eran desperdiciados para recalcar el caos que acontecía, por ende nunca se llegaba al paso que importaba: el de acordar los problemas que nos incumbían. Sin duda un teatro, mas precisamente – este teatro-, era el lugar indicado para realizar esta asamblea tan peculiar de la cual surgió el comentario "Ponga orden acá (refiriéndose al "presidente") que esto parece un pandemonio".

En fin, esta situación generó una fina mezcla entre ficción y realidad, siendo una genialidad grotesca en la ficción, con cierta sensación de desesperante resignación en la realidad, sobre todo sabiendo que el final sería un no-final con conflictos internos entre vecinos que quedarían latentes. Así se desarrolló el asunto durante 3 horas, tantas fueron las idas y venidas con mayor o menor sentido (destacando el alto grado de creatividad de los oradores), que se armó un caos tal que luego de la elección de un consejo en una votación que sería imposible describir por su incoherencia (solo puedo decir de ella que fué verdaderamente surrealista), la reunión terminó disipándose en una nada indescifrable.

Una vez mas los organizadores se dieron una panzada criolla, quienes para manipular la situación utilizaron la estrategia retórica de la no-palabra en el rol del cordero degollado.

Aquí dejaré este relato sumado a un dibujo donde te muestro alguno de los oradores de tal asamblea desopilante.

Ahora yo me pregunto, ¿Como hace un grupo de personas para organizarse sin escucharse?.  ¿Cual es el punto de inflexión que va del orden al caos y viceversa?  Me contaron que esto sucede cada vez que se reúnen, ¿como puede ser que siempre se repitan los mismos errores?.

En fin, algo así ha sido esta simpática Asamblea Pandemónium, un sainete donde danzaron las brujas y el diablo.

Hasta la próxima,
El Crudo.

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