viernes, 8 de julio de 2016

- CARTA AL DESTINO 37: "El comienzo de un policial"

Hace algunos días en barracas desperté en medio de la noche (3 o 4 de la madrugada) escuchando el grito de un hombre desesperado:

"¡Se muere se muere! ¡¡noo!!! ¡se muere! (entre sus gritos se escucha que alguien habla a lo lejos pero no se entiende que dice) y este muchacho vuelve a decir a los gritos: ¡No me importa! ¡¡¡solo se que se muere!!! ¡¡¡se muere!!! ¡por favor! ¡¡se muere!!

Fue breve pero tan intenso que cuando hizo silencio, fue de tal silencio, una dimensión descomunal.
Desconcierto e inmovilidad producto de esa situación que me encuentra entre el sueño y la vigilia, sumado al subsiguiente silencio de este muchacho, hizo que mi reacción solo sea quedarme expectante a ver que pasaba, y me volví a dormir...

Al ratito me vuelvo a despertar pero por lo siguiente:

Alguien comenzó a tocar un saxofón tenor. Primero tocó unos sonidos al aire, sueltos, que quedaban vibrando en la soledad durmiente de la noche y luego tocó una melodía que repitió un par de veces. 

Timbre dulce y trágico expandiéndose entre los departamentos y el parque Lezama, en ecos penetrándolo todo, absolutamente.  (como cuando un lago esta en calma y se tira una piedrita que hace ondas perfectas) 

Todo sucedió tan rápido y entre sueños. 
Quedó esa resonancia.

Me volví a dormir.

...

Quizás aquella persona que comenzó a tocar el saxo era la misma que gritaba, o quizás solo era alguien que (como yo) se despertó por sus gritos, y que desde algún balcón o escondido detrás de alguna ventana abierta, en algún piso estaba socorriendo a ese hombre como mejor nadie pudo (siendo que no había nada para hacer) con una melodía que en sonidos podía estar expresando: ¡te escuche!!! ¡¡¡¡¡¡te escuchamos todos en el barrio!!!! ¡nadie pudo / supo ayudarte! ¡¡¡Lamentamos tu sufrimiento!!!

Como en aquella saga de "Elige tu propia aventura, hay 50 posibles finales", me atreví a realizar una pobre interpretación porque me sentí en una película, y nunca sabré que fue lo que realmente pasó (ojalá no haya muerto nadie, sino acepta mi falta de empatía), solo me queda pensar que fue un perfecto final para un policial.




...


Al día siguiente, cuando recordé tal evento pensé: si eso fuera ficción sería un cliché y por lo tanto probablemente desmerecido por las gentes cultas del cine y del arte; sin embargo, fue la vida, una resonancia espontáneo-azarosa entre gentes desconocidas, un día cualquiera, en Buenos Aires en medio de la madrugada. Nunca lo olvidaré, tampoco sabré, que fue lo que realmente pasó.


El Crudo
Y Hércules, quien, como corresponde, camina por ahí muy lentamente

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